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Cuál es el lado positivo de que el agua cotice en bolsa?

 

 

Cuál es el lado positivo de que el agua cotice en bolsa?

Experiencia BCP

LA VANGUARDIA

El agua es un recurso escaso en un mundo sediento. Las pupilas de los ojos de los especuladores se dilatan al chequear una realidad innegable: el agua dulce representa un paupérrimo 3 por ciento del cómputo total disponible en el planeta. Por eso, los grandes gurús de la inversión no podían creerse que a mediados de diciembre se diera luz verde a su comercio a gran escala. Sin duda, el agua como nueva golosina favorita de Wall Street es un escenario aterrador para los ecologistas, que tras un año pandémico en el que los cortes de suministros se han multiplicado entre las familias más necesitadas, esta noticia ha sido la gota que colma el vaso. 

Algo que choca aparentemente con la Resolución 64/292 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del año 2010, que explícitamente especificaba el derecho universal al agua y al saneamiento para la realización de todos los derechos humanos. Una década más tarde, el estrafalario final de 2020 ha dado un último coletazo para alejar un poco más el agua de todos los bolsillos. Para no sonar catastrofistas es importante recalcar que históricamente muchas materias primas han accedido al mercado de "commodities". Junto al oro, la plata o el cobre, hoy se puede invertir en aceite, café, trigo, soja, azúcar e incluso tripas de cerdo, que suben y bajan de precio mediante contratos de futuro. Y mal quien le pese a muchos, es el turno del líquido elemento. 

Cuando hace tres años un empresario decidió fundir icebergs para rellenar botellas de agua de lujo a 100 euros la unidad, el mundo se puso las manos en la cabeza para pararle los pies. Era un acto snob, una locura de nuevo rico y, sobre todo, una grosería climática. Por desconocimiento o despiste, sorprende la tibia repulsa colectiva que ha generado la entrada del agua en la bolsa. Sobre todo teniendo en cuenta que puede tener consecuencias directas en la agricultura, la microeconomía y, claro está, en nuestra dieta.

Pero más vale empezar por el supuesto lado bueno de las cosas. “La cara positiva de esta noticia se focaliza en la agricultura. Imagina que un agricultor de California tiene la certeza que necesitará X litros de agua para sus cultivos. Lo importante aquí es que no los necesita hoy, la demanda está prevista dentro de un periodo de tiempo específico, justo antes de la cosecha. Estos nuevos contratos futuros sirven para asegurar el suministro a un precio cerrado.

Así pues, aunque llegados a ese día señalado, las reservas de agua de su territorio sufran una dura sequía, su pedido no subirá de precio y estará garantizado. Siendo el agua un recurso finito, puede ser una gran noticia para el sector”, asegura Quim Abril, presidente y gestor de Draco Global, SICAV de la gestora Gesiuris Asset Management. Este economista conoce bien el sector, ya que ha estudiado a fondo las posibilidades de inversión en una empresa norteamericana que detecta todo tipo de fugas de agua, teniendo en cuenta que la Agencia Internacional de la Energía (IEA) estima que “el 34% de toda el agua en el mundo es agua sin contabilizar y, por tanto, se está perdiendo”. 

Ahora bien, toda noticia de gran calado tiene su cara oculta que no se explica en los titulares. “El problema es que cuando pones el agua a cotizar en el mercado de futuros, no sólo se interesarán por ella los que realmente la necesitan, como es el caso de los agricultores, también aparecerán nuevos invitados, los especuladores”, asegura Abril. “Aquí es donde entramos en el fondo de la cuestión. Y es que la única forma de diferenciar a los compradores interesados en el uso real de esa agua y los especuladores bursátiles es detectando el porcentaje real de entrega y el porcentaje real de liquidación, teniendo en cuenta que, el dato general en estos casos, sólo un 2% del volumen acaba con entrega física (agricultores) y el 98% restante sería especulación”.

Un desequilibrio alarmante que, si se da en el caso del agua, generará un incremento en el precio de venta al público de las botellas de agua de los supermercados y en las facturas del hogar. “La derivada final es que si esto se instaura y se despliega a otros mercados como el español, las empresas estatales podrán indexar el precio del agua. Esto implicaría que si hay una subida generalizada, Aigües de Barcelona no podría evitar subir la factura en unos 100 euros en cinco años.

No es algo nuevo, ya ha pasado con otros productos como la soja, por ejemplo”, recuerda. Un repaso a la subida de precios de los alimentos de 2007 a 2014 demuestra el papel protagonista que tuvo la especulación financiera para engordar una burbuja de todos los productos agrícolas. “Aunque como es lógico, una subida significativa del agua sería mucho más alarmante. Si lo pones todo en una balanza, la entrada del agua en el mercado de valores es, sin duda, una mala noticia. Sin la mano de la especulación sería una buena noticia, pero no es el caso”, pronostica Quim Abril. 

Los que ya visualizan el agua como la nueva gallina de los huevos de oro, deben tener muy claros los límites de la negociación. Abril lo explica muy bien con un ejemplo gráfico. “El gran inconveniente para los especuladores es que estos contratos no se liquidan por diferencias. Es decir, cuando compras futuros sobre Standard & Poor’s, uno de los índices bursátiles más importantes de Estados Unidos, no hay una entrega de subyacentes en el momento de la venta.

Lo que se hace oficialmente es liquidar la compra venta en metálico, es decir, con cash. Resumiendo, te ingresan dólares o pagas dólares. En esta nueva variante de "commodities" donde entra el agua, los especuladores deben tener mucho cuidado porque si no cierran el contrato antes del vencimiento, se pueden encontrar con litros y litros de agua en la puerta de su casa. Eso es algo que ya ha pasado con el petróleo. Conozco el caso de un especulador que no cerró el trato antes del vencimiento y lo llamaron del puerto porque ya podía ir a recoger cientos de barriles de petróleo”.

Todos los especialistas que han aparecido en las noticias de los medios generalistas abogan por una versión políticamente correcta, que defiende al unísono que “es una buena noticia para garantizar un uso más eficiente del agua”. Algo que expertos medioambientales y diferentes instituciones sociales valoran como una excusa para no echar más leña al fuego. Es el caso del doctor Daniel Boix Masafret, profesor del grupo de investigación de Ecología Acuática Continental de la Universidad de Girona, que discrepa rotundamente sobre este supuesto beneficio.

“Cuando el agua se gestionaba únicamente como recurso (abastecimiento a la población o usos para ganadería e industria) o como problemática (sequía y/o inundaciones), la gestión de los ecosistemas acuáticos continentales se dejaba en un segundo plano. Que un cambio era necesario no lo decimos cuatro gatos, lo reconoció la propia Unión Europea. Pero si el agua pasa a ser gestionada dentro de una lógica de mercado, la búsqueda del beneficio económico a corto plazo será lo que se priorizará, sacrificando los ecosistemas, la salud de las personas e incluso la economía a largo plazo, porque se dañarán los ecosistemas y, en consecuencia, los servicios que prestan a las personas”.

En el mismo escenario se mueve Aigua és Vida, una plataforma que tiene como objetivo conseguir que la política de agua y la gestión del ciclo integral del agua en Catalunya sea realizada desde el sector público, y que ya ha denunciado el papel de los sectores lucrativos en la gestión del agua y el saneamiento que representan las corporaciones privadas. Desde la organización han levantado la voz, presentando su último informe sobre los peligros de la privatización del agua.

Por su parte, el profesor Boix considera que la peor noticia de la entrada del agua en bolsa es que “las leyes que gobiernan el mercado de valores son muy perniciosas, especialmente si hablan de "productos" que son mucho más que un producto de consumo. Y el agua es un ejemplo perfecto. El mercado se gobierna en buena parte considerando unos aspectos (beneficios económicos) e ignorando a otros que son vitales para las personas (derechos humanos) y los ecosistemas donde vivimos (que nos garantizan una serie de servicios entre los que garantizar la existencia de agua de calidad para vivir). Y ahora, con todo lo que gira alrededor del agua, nos encontramos que se retira de ecosistemas y estos se degradan. O como se dificulta el acceso a la misma a colectivos pobres”.

Además, considera que los supuestos beneficiarios de este gran cambio, los agricultores, deberían leer mejor la letra pequeña. “A la larga, incluso, el propio sector agrario se podría ver perjudicado, ya que si aparece una actividad económica mejor posicionada podría quedarse una cuota de mercado que dificultará la rentabilidad del mundo agrícola. Si ahora gran parte de los profesionales del sector primario lo tienen difícil, esto podría ser su sentencia”, advierte. “Además, los efectos sociales podrían ser muy graves: las personas, de poblaciones pequeñas, o incluso medianas, que se ganan la vida básicamente en el sector primario, estarían en riesgo de quedar marginadas, fuera del sistema”.

Publicado el Jueves, 21 de Enero de 2021

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