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La guerra económica del siglo XXI: empresas frente a Estados

 

 

La guerra económica del siglo XXI: empresas frente a Estados

Experiencia BCP

EL PAIS

Existe una guerra entre quienes dicen que no hay una guerra y entre quienes dicen que sí la hay. Todo el mundo lo sabe. Las grandes tecnológicas, las farmacéuticas, las eléctricas han cavado sus trincheras. Enfrente, el Estado, y su defensa —con diezmados ejércitos— del interés general. Todo el mundo lo sabe. La sociedad, en tierra de nadie, solo posee herrumbrosas lanzas: las protestas civiles. Las grandes organizaciones están echando un pulso al Estado y sus competencias. Impuestos, regulación, aranceles, desprotección de los empleados, falsos autónomos. Los ricos se han enriquecido más con la crisis sanitaria y los pobres continúan vestidos con la precariedad. Unos 12,4 millones de españoles viven en riesgo de exclusión social o pobreza extrema. El sol se derrama al igual que vidrio fundido sobre su existencia. Todo el mundo lo sabe. ¿Hasta cuándo soportará el Estado este pulso de las grandes organizaciones? ¿Qué perdurará del interés general? ¿Dónde está el equilibrio entre la libertad económica y el compromiso social?

Son, quizá, las grandes cuestiones de la década. Los más de 20 expertos que construyen esta pieza rasgan ese verso repetitivo de Leonard Cohen. “Todo el mundo lo sabe”. Premios Nobel de Economía, profesores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), Harvard, Stern, Yale, London School of Economics (LSE), Berkeley, Princeton, Míchigan, Pompeu Fabra o figuras mundiales, como el economista serbio-estadounidense Branko Milanovi? —una de las principales voces que denuncian la desigualdad—, reconocen la guerra entre el interés general (Estado) y las grandes organizaciones. Pero nadie menciona la palabra —como propuso Podemos, con las eléctricas o la banca— “nacionalización”. La respuesta es la ortodoxia económica. “Mayor transparencia, regulación y competencia”, resume por correo electrónico Thomas Philippon, profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Stern de Nueva York. Aunque antes, sin concesiones, advierte: “Hay que obligar a esos colosos [tecnológicos] a que hagan tres cosas; sí o sí: pagar impuestos. Llevan 20 años evadiendo gravámenes de forma agresiva. Aceptar alguna forma de regulación y competir de manera justa. Han usado con demasiada frecuencia su poder de mercado para limitar la competencia”.


Este es el mundo y muchos parecen hablar únicamente desde sus bolsillos. Los números cuentan lo que se intuye. El año pasado, las cinco Big Tech (Apple, Amazon, Google, Microsoft y Facebook) ingresaron más de 1,2 billones de dólares. A Apple le sobra tanta liquidez que ha recomprado 90.000 millones (unos 77.300 millones de euros actuales) de acciones propias. Más o menos, el equivalente al PIB de Kenia. Los historiadores avisan de que el país ha regresado a una nueva edad de oro (1870-1901), cuando los monopolios ponían el nombre a todo. El azúcar, las finanzas, el ferrocarril o el petróleo de Rockefeller. ¿Otra vez los desheredados de la Tierra serán más pobres y los privilegiados más ricos? “Hay una lucha trascendental entre los gigantes tecnológicos y la sociedad civil, o sea, los ciudadanos de a pie”, describe Daron Acemoglu, profesor de economía del MIT. “Este enfrentamiento tiene consecuencias importantes para nuestro futuro. Por ejemplo, el control de la información, la soberanía del consumidor y la participación ciudadana en la política”. Transitamos un momento difícil para saber hacia dónde amanecerá el mañana. “Pero hay un despertar de la sociedad civil sobre los peligros del poder y los planes de estas compañías. Quizá exista alguna esperanza en el futuro. Sin embargo, es una lucha desigual”, admite el docente.


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Publicado el Miércoles, 17 de Noviembre de 2021

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